Si hay un ingrediente que nunca falta en mi cocina, ese es el pollo. No solo porque sea económico, que también, sino porque me saca de un apuro en casi cualquier situación. Da igual si quiero improvisar una cena rápida con pollo entre semana o si tengo invitados y quiero preparar algo más elaborado, siempre encuentro una forma de adaptarlo. Lo mismo me sirve para un guiso de pollo lento que perfuma toda la casa, que para unas alitas de pollo al horno que se comen con las manos en una reunión de amigos.
Con el tiempo me he dado cuenta de que el pollo es muy versátil y se transforma según cómo lo cocines. Un simple filete de pechuga de pollo a la plancha puede parecer lo más básico del mundo, pero si lo marinas bien y lo dejas en su punto justo, se convierte en un plato que nada tiene de aburrido. Y lo mismo pasa con un pollo entero al horno: con paciencia, especias y un horneado cuidado, el resultado puede ser espectacular.
En esta guía quiero compartir lo esencial: qué cortes de pollo elegir según la receta, cómo calcular los tiempos de cocción del pollo para que no quede ni seco ni crudo, y cuáles son los métodos de preparación que mejor funcionan en el día a día. No se trata de complicarse, sino de conocer un par de trucos para que cada receta de pollo tenga ese “algo” que la haga especial. Además, aquí también podrás acceder a todas nuestras recetas con carne, donde el pollo comparte protagonismo con otras preparaciones igual de sabrosas.
Recetas de pollo fáciles y sabrosas para todos los gustos

Cortes habituales del pollo
Conocer los cortes de pollo es la mejor manera de aprovechar cada parte al máximo. No todos los trozos se comportan igual al cocinarse, y elegir bien puede marcar la diferencia entre un plato jugoso y otro insípido. Aquí te dejo un repaso de los más usados y cómo sacarles partido.
Pollo entero
El pollo entero es el clásico para el horno. Al cocinarlo completo, la carne se mantiene más jugosa y los sabores se concentran bajo la piel crujiente. Es una de esas preparaciones que llenan la mesa y siempre quedan bien para comidas familiares o celebraciones.
Pechuga de pollo
La pechuga de pollo es la parte más magra y también la más rápida de preparar. A la plancha, salteada o en ensalada, funciona genial cuando buscas algo ligero y versátil. Eso sí, conviene no pasarla demasiado para que no quede seca.
Muslos y contramuslos
Si buscas sabor, los muslos y contramuslos de pollo son una apuesta segura. Gracias a su mayor contenido graso resultan más tiernos y jugosos que la pechuga. Se lucen en guisos de cocción lenta, en frituras crujientes o al horno con especias.
Alas de pollo
Las alas de pollo son pequeñas, tiernas y con mucho sabor concentrado. Son las favoritas para barbacoas, frituras y recetas al estilo americano, donde se disfrutan casi más con las manos que con cubiertos.
Carcasas y partes para caldo
Aunque no se comen directamente, las carcasas de pollo son oro en la cocina. Con ellas se consiguen caldos y sopas caseras con un sabor profundo y reconfortante, perfectos como base para arroces, salsas o guisos.
Métodos de cocción del pollo
El pollo es uno de esos ingredientes que se adaptan a casi cualquier técnica de cocina. La clave está en elegir el método que mejor se ajusta a cada corte para conseguir un resultado sabroso y en su punto.
Horno
El pollo al horno es un clásico que nunca falla. Lo importante es controlar la temperatura: entre 180 °C y 200 °C suele ser lo ideal para que se cocine de forma uniforme. Un pollo entero necesita algo más de tiempo, mientras que las piezas individuales se hacen antes y quedan igual de jugosas si se hornean con un adobo o acompañadas de verduras.
Plancha y sartén
La pechuga de pollo a la plancha es rápida y ligera, aunque tiene la fama de quedar seca si se pasa de cocción. Un buen truco es marinarla unas horas antes con especias, aceite o zumo de limón; así mantiene mejor la jugosidad y gana sabor. En sartén, los salteados con tiras de pollo y verduras son una opción fácil y muy versátil para el día a día.
Guisos y estofados
Los muslos y contramuslos guisados son una apuesta segura. Con un fuego lento y un caldo bien aromatizado, la carne se va deshaciendo poco a poco y absorbe todos los sabores. Es la técnica perfecta para recetas tradicionales como el pollo en salsa, el pollo al vino o los estofados con verduras.
Fritura
El pollo frito conquista a cualquiera, pero conseguir ese rebozado crujiente y dorado tiene sus secretos. Lo principal es usar aceite limpio y abundante, y mantener la temperatura entre 170 °C y 180 °C. Un empanado con harina y especias, o con pan rallado, aporta un extra de textura y sabor.
Parrilla y barbacoa
La parrilla y la barbacoa son métodos que realzan el sabor del pollo gracias al calor directo y, en muchos casos, al ahumado de las brasas. Las alas de pollo a la brasa son un clásico infalible, pero también quedan espectaculares los muslos y los contramuslos marinados. El truco está en controlar el fuego: demasiado alto quema por fuera sin cocinar el interior.
Tiempos de cocción recomendados del pollo

Uno de los puntos clave para que el pollo quede jugoso y seguro de comer es respetar los tiempos de cocción. Cada corte tiene sus particularidades, no es lo mismo un pollo entero al horno que unas alas fritas. Aquí tienes una guía práctica:
- Pollo entero al horno: suele necesitar entre 1 hora 15 min y 1 hora 30 min a 190 °C, aunque depende mucho del peso. Lo ideal es comprobar que los jugos salgan claros al pinchar la parte más gruesa del muslo.
- Pechugas de pollo a la plancha: se cocinan rápido, unos 6–8 minutos por lado a fuego medio. No conviene subir demasiado la potencia para evitar que se sequen por fuera mientras quedan crudas por dentro.
- Pechugas de pollo hervidas: perfectas para desmenuzar o preparar ensaladas, con 15–20 minutos en agua o caldo es suficiente. El líquido debe estar caliente desde el inicio para sellar la carne y mantener la jugosidad.
- Muslos y contramuslos guisados: necesitan más paciencia. Lo recomendable es 40–50 minutos a fuego lento, para que la carne se ablande y absorba bien los sabores de la salsa.
- Alas de pollo fritas: alcanzan el punto ideal con 10–12 minutos en aceite a 175 °C. Es importante no llenar demasiado la sartén para que no baje la temperatura del aceite.
- Alas de pollo al horno: con 35–40 minutos a 200 °C quedan doradas y crujientes por fuera, tiernas por dentro.
Tabla de tiempos de cocción del pollo
| Corte de pollo | Método de cocción | Tiempo recomendado | Temperatura |
|---|---|---|---|
| Pollo entero | Horno | 1h 15 min – 1h 30 min | 190 °C |
| Pechugas | Plancha | 6–8 min por lado | Fuego medio |
| Pechugas | Hervido | 15–20 min | Agua o caldo caliente |
| Muslos y contramuslos | Guiso/Estofado | 40–50 min | Fuego lento |
| Alas | Fritura | 10–12 min | 175 °C |
| Alas | Horno | 35–40 min | 200 °C |
Consejos prácticos para cocinar pollo
Este ingrediente es muy agradecido, pero para sacarle el máximo partido conviene seguir algunos trucos básicos. Estos consejos te ayudarán a mejorar el sabor, la textura y también a cocinarlo de forma segura.
Marinado
Un buen marinado puede transformar una receta sencilla en algo especial. Con zumo de limón, ajo y tomillo se consigue un sabor fresco y mediterráneo, mientras que con yogur y especias como el comino o el curry, la carne se vuelve más tierna y jugosa. Lo ideal es dejarlo reposar al menos una hora, aunque si tienes tiempo, una noche entera marca la diferencia.
Seguridad alimentaria
El pollo crudo requiere cuidado extra. Es fundamental lavarse las manos después de manipularlo, usar tablas y cuchillos distintos para evitar la contaminación cruzada. Según la CDC, hay que asegurarse siempre de que la carne alcance 75 °C en el centro antes de servirla. Un termómetro de cocina puede ser un gran aliado para no fallar.
Piel y jugosidad
Si cocinas el pollo con piel, conseguirás que la carne se mantenga más jugosa, ya que la grasa actúa como una barrera natural. En el horno o la sartén, la piel además puede volverse crujiente, aportando una textura irresistible.
Especias y hierbas aromáticas
El pollo combina con una gran variedad de especias: pimentón, curry, cúrcuma, comino, jengibre, romero, albahaca o cilantro fresco, entre muchas otras. Lo bueno es que puedes adaptarlo al estilo de cocina que prefieras: mediterráneo, asiático, latino… El secreto está en no tener miedo a experimentar con mezclas.
Acompañamientos
Los acompañamientos clásicos como el arroz, las patatas o las ensaladas siempre funcionan, pero también merece la pena probar con opciones más originales: cuscús, quinoa, verduras asadas o incluso panes planos como tortillas o pita para recetas informales.
Tiempo de reposo
Después de cocinarlo, conviene dejar reposar el pollo unos minutos antes de cortarlo. De esta forma, los jugos se redistribuyen en la carne y se evita que se seque al primer corte. Es un detalle sencillo que mejora mucho el resultado final.
Descubre todo lo que puedes preparar con pollo
No estamos solo ante un ingrediente económico y accesible, es la base de una enorme variedad de recetas en prácticamente todas las culturas del mundo. Desde un sencillo filete a la plancha hasta un guiso que se cocina a fuego lento durante horas, cada preparación tiene algo que aportar.
Elegir el corte adecuado, aplicar la técnica de cocción ideal y respetar los tiempos recomendados son los tres pilares que marcan la diferencia entre un plato correcto y uno realmente bueno. Pequeños detalles como un buen marinado, el uso de especias frescas o dejar reposar la carne unos minutos antes de cortarla pueden transformar tu receta.
Aquí puedes encontrar una amplia selección de recetas con pollo, organizadas por tipo de preparación para que sea más fácil inspirarte. Ya sea que busques algo rápido para el día a día o un plato especial para compartir, el pollo siempre responde y se adapta a tu estilo de cocina.
Explora, prueba y disfruta: con el pollo, las posibilidades son prácticamente infinitas.
Preguntas frecuentes sobre recetas con pollo: trucos, tiempos y consejos prácticos
El mayor error al cocinar pollo es pasarse de tiempo. La carne pierde rápidamente su jugosidad si se sobrecocina. Para evitarlo, lo ideal es marinarla antes (aunque sea media hora) y controlar bien el punto de cocción. Otro truco sencillo es dejar reposar el pollo unos minutos fuera del fuego antes de cortarlo: así los jugos se redistribuyen y la carne queda mucho más tierna.
Sí, pero con cuidado. El pollo se reseca fácilmente al recalentar. Para evitarlo, guárdalo siempre en un recipiente hermético y caliéntalo después a fuego suave, en sartén u horno, tapado con papel de aluminio. Así se conserva la humedad y se mantiene la textura. Evita el microondas a máxima potencia, ya que reseca la carne en segundos.
Depende de la preparación. Un pollo al horno combina de maravilla con vinos blancos ligeros, como un verdejo o un chardonnay joven. Para guisos más intensos, incluso un tinto joven puede funcionar. Y si prefieres algo sin alcohol, una cerveza suave o una limonada casera son opciones refrescantes que realzan el sabor sin taparlo.
La piel es el “seguro anti-sequedad” del pollo. Cocinarlo con piel ayuda a que quede más jugoso y aporta un sabor extra, especialmente en asados y recetas al horno. Sin embargo, si buscas un plato más ligero y bajo en grasas, lo mejor es retirar la piel antes o después de la cocción. Todo depende del equilibrio que busques entre sabor y ligereza.
No necesitas horas: con 30 minutos basta para marcar la diferencia. Mezcla aceite de oliva, ajo picado, limón y hierbas frescas (como romero o tomillo) y deja reposar el pollo en esa mezcla. Obtendrás un sabor fresco y aromático sin necesidad de largas esperas. Si tienes más tiempo, incluso mejor: el marinado penetra más y la carne queda aún más tierna.
El pollo campero tiene una carne más firme y con sabor más intenso, perfecto para guisos y platos donde quieras que la calidad de la carne brille por sí sola. El pollo industrial, en cambio, suele ser más económico y rápido de cocinar, aunque con un sabor menos pronunciado. La elección depende de tu presupuesto y de lo que busques en cada receta: intensidad frente a practicidad.
Los guisos, sopas y estofados de pollo son los grandes aliados del congelador: mantienen su textura y sabor casi intactos después de varios días. En cambio, recetas empanadas o a la plancha pierden calidad al descongelar, ya que la carne se reseca y el rebozado se ablanda. Consejo extra: congela el pollo en raciones individuales para que sea más cómodo y rápido de usar.
